martes, septiembre 11, 2007

Flores

Entre lirios, y nomeolvides, calas y dientes de león, arrastrando las manos sobre los pétalos. Así andaba, con pasos temporizados y pausas. Las flores eran suyas. Las flores cuyo nombre nunca conoció, ésas eran para él. Con tiras de pasto de puntitas dobladas, que lo rozan y murmuran.
Las flores, como una descarada alegoría, eran para él.
¿Cuánto tardarían en pincharlo bajo la piel? ¿cuál sería la medida justa? ¿cuánto tardaría en necesitar palabras desesperadamente si decidiese recostarse ahí por tiempo indefinido?. Asir una idea le costaba muchísimo. Quién sabe si será el polen. Se sentía ante todo muy holgazán, no podía concentrarse en entender su propia disfunción, o lo que lo había alejado del pueblo. Ni siquiera por su propio bien.
De pronto se le antojó que no merecía aquellas flores de insolente belleza. Le pareció muy adecuado acostarse boca abajo sobre la vegetación, permitirse la infracción, y permitir incluso que un pastito se le introduzca en la nariz. Que el humus le humedezca la camisa, y adivinar el movimiento de algún insecto. Se desorientó, de a ratos se concentró en respirar, y de forma errática bocetó algunos pensamientos.
Se arrodilló al fin, y con las manos en la falda contempló las dalias que había aplastado con su peso. Su interior se encendió como un fósforo, pero no más que eso. Las conclusiones se le escapaban, nuevamente. Pero al menos había logrado evadir algunas horas de responsabilidad. Las flores -se mintió- no le importaban mucho.