martes, noviembre 20, 2007

Historia


- "Contame un chiste... o una historia, o algo"
Ella jugaba perturbando la superficie de la laguna con el dedo gordo del pié. El muelle se pudría en algunas partes, pero donde estaban sentados la madera aún era fuerte.
- "Siempre me olvido los chistes que me cuentan... el del tipo que va al kinesiologo y le pregunta si va a perder la pierna ¿te lo dije?"
- "ah si, está bueno" -dijo ella, con mirada ausente, y dejando escapar una brisa entre sus dientes por risa. -"Contame una historia, ¿sí?".
El se lamió los labios resecos y miró la sombra que se alzaba al otro lado de la laguna. La noche era oscura, pero las estrellas delataban la silueta de la sierra. El aire fresco de la noche le dio algo de valentía. La miró y se sintió estúpido por enésima vez. Ella tenía ese raro efecto sobre él.
- "Se cuenta que los antiguos habitantes de la Atlántida..."
Ella dejó escapar un ruido nasal, evidencia de que contenía la carcajada.
- "¿Queeeeé?"
- "¡No, no, nada! perdón, seguí por favor"
- "¿Pero de qué te reís?"
- "No, es que, no sé, no me esperaba que saltes con algo así, pero no importa, dale, me interesa, En serio"- Dijo, remarcando el final de la frase con una levantada de cejas que él difícilmente resistía.
Se acomodó en el listón en donde estaba sentado, sintiéndose aún más estúpido. Pero ya era tarde, debía continuar:
- "Se dice que los antiguos habitantes de la Atlántida conocían una práctica asombrosa, cuya ejecución se perdió con la desaparición de aquel continente. Mediante la ingestión de una cuidadosa selección y mezcla de hierbas psicoactivas, lograban disociar un buen número de las características constitutivas de la personalidad. Durante el trance inducido, estas características desarrollaban carácter propio, formando pequeñas personalidades separadas"
Ella había dejado de jugar con el agua, y si bien no lo miraba, era evidente que prestaba cuidadosa atención a sus palabras. Más seguro de sí mismo, continuó:
- "El trance podía durar varias horas. Normalmente el sujeto entablaba contacto con una de estas personalidades sólo durante algunos minutos. Sin embargo, se habla de casos excepcionales en los cuales se daban diálogos prolongados con varias de las personalidades en forma simultanea, incluso existiendo interacción directa entre ellas. Un verdadero concilio de la mente."
Ella comentó algo de manera vaga, que él no alcanzó a escuchar. Para no interrumpir el clima que estaba logrando formar siguió adelante:
- "Una leyenda en particular cuenta la experiencia de Pan, uno de los primeros derviches atlantes en experimentar algo semejante. Pan era mucho más joven que el común de los derviches. Su gran habilidad y su enorme voluntad le habían garantizado el respeto de la comunidad mágica de la Atlántida. Lo que pocos sabían, era que la fuerza que impulsaba a Pan a superarse continuamente no era otra que el amor.
Pan había obtenido los favores de la hija de un poderoso comerciante, que había sido el primero en establecer una ruta comercial marítima con las islas del Caribe. A los ojos de la sociedad dicha unión era natural y auspiciosa. Pero Pan sufría. Nunca había aprendido a ser feliz. Creyó que el amor lo iba a ayudar, pero sólo sirvió para exacerbar las pequeñas miserias de su personalidad. Pan no era mejor ni peor que cualquier hombre, pero no podía aceptar sus defectos. Pan sufría al ver cómo lastimaba a la persona que amaba con sus pequeñas maldades y mezquindades.
Nadie supo que el experimento de Pan provenía de la desesperación de querer conocerse, de querer cambiar.
Eventualmente halló la fórmula buscada: tres hojas más de piuccia verde macerada harían el truco. Se refugió una noche en una dársena del anillo externo, e ingirió su creación.
La piuccia había cumplido su cometido. Pronto se halló rodeado de los cuerpecitos de su personalidad, que se asemejaban a niños de ojos completamente opacos.
- De modo que vienes a buscar respuestas- rugió uno
- Mentiras, eres débil- rugió otro
Con sumo horror, Pan descubrió que no podía emitir palabra.
- Ahora no es el momento, nos escucharás- dijo otro con voz suave.
Habló el que había rugido primero:
- Soy tus celos, y me he comido tus ojos y tu corazón. Nadie me puede eliminar, y yo te haré infeliz por siempre. Tú me mereces, pues me alimentas con tu mezquindad.
Luego habló el de voz suave:
- Mi turno: yo soy tu inseguridad, y me he comido tu razón y tu corazón. Hay innumerables cosas que podrías alcanzar, pero nunca lo harás, porque yo te recordaré que eres defectuoso e indigno. Tú me mereces, pues me alimentas con tus prejuicios.
- Yo soy tu miedo: me he comido tu humor y tu corazón, y no te dejaré tranquilo nunca. Yo te recordaré que te pueden dejar de amar en cualquier momento porque eres pusilánime. Tú me mereces, pues me alimentas con tu desidia.
El otro que había rugido tomó la palabra:
- Yo soy tu orgullo, y me he comido tus manos y tu corazón. Gracias a mí eres infinitamente cruel con quienes te menosprecian, yo soy tu mejor amigo, tu mejor arma, yo les demostraré quién eres en realidad, y que contigo no se juega. Tú me tienes bien merecido, pues me alimentas con tu intolerancia.
Las lágrimas quemaban los ojos de Pan. La parálisis no tenía comparación con el sufrimiento que la causaba la crueldad a la que se enfrentaba.
Finalmente habló el más pequeño de todos, que había pasado casi inadvertido:
- Yo soy tu melancolía. Sólo me comí una parte de tu corazón. De mí surge la entrega, que confundes con amor. De mí surge el deseo de hacer bien, que confundes con devoción. De mí surge todo lo que crees bueno en ti, pero debes saber que mis móviles nunca son transparentes. Tú me mereces, pues me alimentas con egoísmo y con autocompasión.
Desencajado, Pan oyó la alucinación cúlmine, en la cual todos los aspectos de su persona corearon en una melodía rancia:
"Ahora que te conoces
ahora que te conoces
¿qué es lo que harás,
oh, qué es lo que harás contigo?"
La noche atlante se estremeció con el alarido que marcó el final de la experiencia. A las pocas horas Pan se ahogaba en la negrura del océano, llevado por la locura.
Tres días después se hallaron en la dársena los manuscritos finales de Pan, en los cuales había asentado tres cosas: el relato de lo acontecido durante la experiencia, la receta de la mezcla de hierbas que utilizó, y una enigmática reflexión final: "mi triste destino será evitado por aquellos que logren conocerse sin otras herramientas que el valor, la compasión y el amor en su más puro estado"-
Ella lo miraba absorta. La historia la había atrapado. El la miró con satisfacción y le dijo:
- "¿Te gustó?"
Abruptamente, ella soltó una carcajada, y sin dejar de reír le dijo con cierta ternura:
- "¡Sos un tarado!"
Le dio un beso en la mejilla y se fue a duchar.
Todo estaba como al principio. Miró la negrura de la laguna, la magnificencia de las estrellas, y sintiéndose a la vez tonto y feliz, se dijo que aún le faltaba mucho que aprender de la lección de Pan.

5 Ecos:

Blogger Pau resuena

ahora si, y me gusta mucho mas!

20/11/07 23:39  
Anonymous Anónimo resuena

Me encanto...
Es para leer en voz alta.

22/11/07 15:29  
Anonymous Anónimo resuena

Ciertamente era lo q en este instante me aconteció, alguna sutileza q me hizo llegar a hasta aqui y leerte y por alguna razón escuchar mientras leo tu relato "Junk" es un tema de los Beatles.Porqué?? no lo sé.

22/11/07 20:46  
Blogger pitucardi resuena

esta muy bueno. se que lo disfrutaria mucho mas si no te conociera. no se porq (tal vez lo imagino)

escribis muy bien,
haces mas lindo lo que vivis

28/11/07 19:07  
Blogger D. (de Damián) resuena

Coqui: jaaa corres con ventaja!

Mechi: Danke! Voy a probar leerlo en voz alta.

Flor: Me gustó tu comment, aunque no sé si lo entendí del todo. Y junk es un temazo. Si viste mi infrablog cancionero D# lo habrás visto.

Pitux: gracias che!. Y eso pasa porq vos me conocés y sabés que soy un tarambana.

28/11/07 19:18  

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