lunes, diciembre 11, 2006

Isla

Hay un puerto con muelles de oro libre de profanarse, al que sólo se accede buceando. Para llegar, uno debe aproximarse por vía marítima a la playa norte de la isla de la Decepción Arcadía. No es una metáfora, ése es el nombre de la isla, lo siento. Las coordenadas se leen en las hojas de ciertos árboles cierto día del año. No sé cuales árboles, ni qué día; si lo supiera estaría si bien no en el puerto, probablemente en las playas de arena pálida. Las playas tienen un no se qué de abandono. Uno pierde algunos filtros allí, es verdad. Nadie es igual cuando regresa de la isla. A lo sumo, aproximádamente igual. Pero esto no lo puedo explicar en líneas.
Bien, estando a una determinada cantidad de millas de la playa norte (no sé cuantas... nunca leí las hojas) se debe detener la embarcación. La única vía posible al puerto, hasta entonces invisible, es sumergirse. Solo. Sin equipamiento.
Aquí es donde las historias divergen. Algunos sostienen que se debe tocar el fondo donde los corales forman una "o" vertical. Otros dicen que se debe ignorar la "o", y buscar en cambio una "v". Autores afirman que no hay oes ni ves, y que el pasaje aparece sólamente si uno realmente quiere llegar al puerto. Como es previsible, estos Autores han sido tildados en reiteradas ocasiones de sensibleros, escritor-de-libros-de-autoayuda, y otros epítetos agresivos con distinto grado de irrepetitividad.
Después de ese pase desagradable, las historias vuelven a converger para establecer que el tono azulado del agua cambia apenas perceptiblemente al tocar el fondo en el lugar señalado. Eso indica que el acceso al puerto ha sido garantizado.
Al emerger nuevamente, lo más probable es que la embarcación haya desaparecido. Esto no es de mayor preocupación. Si el sujeto no supiese nadar, una embarcación dorada, sencilla, lo recogería de las aguas. Paso a describir brevemente la embarcación: dorada, sencilla. Amplío un poco la descripción: no tiene asientos, la conducen dos personas con atavíos blancos y largas garrochas. Lo sé porque he visto fotografías de origen tan solo un poco dudoso.
A esa a distancia el puerto dorado ya es visible. Aquí me baso en los puntos en cumún de los numerosos relatos. Dejo afuera los de los Autores, porque son verdaderamente empalagosos.
Desagradable.
El puerto aureo cuenta con dos muelles bajos, que a primera vista parecen perféctamente simétricos. A tercera vista se pueden apreciar los pelos dorados debajo del muelle este. La viscosidad de las aguas se incrementa paulatinamente al acercarse, así como su verdor. Los muelles en sí están hechos de ladrillos de oro dispuestos horizontalmente. La estructura está bordeada por listones de madera que en realidad son de oro. Cuerdas de oro coronan el exterior de cada brazo, luciendo pequeñas boyas de oro hueco y poroso. La obtención de este particular metal es material para otro extenso relato. Pero créanme, no incluye duendes.
La actividad del puerto varía temporada a temporada. La pesca y el clima son irregulares, contrariamente a lo que sucede en la isla normalmente. En varias ocasiones la nieve ha retrocedido ante las dársenas.
Perpendicularmente al muelle corren dos chozas, que no son de oro. La primera es, por supuesto, una cantina. De la cantina mucho se puede decir. Diremos poco: piratas amables, que no se sabe de dónde vienen, bellezas inenarrables que a la luz del día no tanto, y la peor hidromiel de todos los puertos escondidos.
Lo verdaderamente interesante es la segunda choza. Allí se encuentran los pilares del secreto del puerto.
Flippers.
Flippers tupido. Montones. "El que vos quieras", afirman los Autores. Más pesimistas aventuran "a lo sumo, el de las Tortugas Ninja". Estos flippers son réplica exacta de los que se podían hallar en cualquier casa de entretenimiento hasta hace unos 11 años, con tres salvedades: les falta el vidrio, dan patadas, y todas las bolas son de plata, sin excepción. Pero lo importante, es que si hacés high score en uno de ellos (el cuál es información que no se halla en las hojas), en el display te aparece uno de los 7 secretos de la vida. Claro que nadie pudo hacerle high score a ese flipper.
A lo sumo, multiball.

2 Ecos:

Anonymous Anónimo resuena

Lo único que puedo comentar de tu relato es que sería terrible ser uno de esos entogados laburadores de las balsas. O más universalmente: ser un extra de la vida.

11/12/06 22:43  
Blogger Pau resuena

debo decir q me costo un poco leerlo. pero creo haber soñado con la isla la semana q viene. quizas me encandile/é..

(me llega el aviso y ya te conteste)

13/12/06 03:06  

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